—He pillado a su hijo jugando con el móvil en clase durante una explicación.
—Si lo que explica no fuera tan aburrido y sirviera para algo estaría motivado y no cogería el móvil.
—Si usted le hubiera inculcado el interés por la cultura no le parecería aburrido lo que explico.
El máster de educación debería sustituirse por un año de prácticas remuneradas. Menos negocio, menos farsa, y más inversión que repercuta de verdad en la atención al alumnado y la mejora del aprendizaje. Saber mucha teoría de la didáctica no es lo mismo que saber enseñar.
Mis alumnos siempre sonríen cuando les cuento que la palabra «zar», que titula a los emperadores de Rusia, viene del latín «Caesar»; y que a más de tres mil kilómetros de distancia, pasado por el árabe «Saraqusta», el nombre de «Caesar Augusta» acabó transformándose en ZARagoza.
A ver cuándo se anima la DGT
@DGTes
a quitar el teórico de conducir, porque es inútil memorizar el significado de todas esas señales cuando podemos consultarlo con el móvil en Internet.
Por las críticas que leo hacia la práctica docente, estoy seguro de que hay quien cree que el tiempo de clase es infinito y que cuando hay que ayudar a un alumno solo tenemos que darle al botón de «congelar imagen» para que los demás se estén muy quietecitos y no necesiten nada.
Se le olvidó mencionar que sus papis eran profesores de literatura japonesa. Que lee mucho desde pequeñito y que estudió en una prestigiosa universidad de Japón de muy difícil ingreso (Waseda). Que estudió Literatura y teatro griego y además de novelista es lingüista y traductor.
El respeto no se gana, se debe a todas las personas por defecto. Lo de tener que ganarse el respeto es propio de patios de prisiones o del crimen organizado. Flaco favor hacemos a los jóvenes si justificamos su mala educación porque «no les entendemos».
Una posible lectura: el respeto de los menores no se gana igual ahora que hace diez, veinte o cien años. Hay quien está pagando el precio de no saberse mover con las reglas actuales y culpabiliza por ello a los menores. Los 'educadores estáticos' lo pasan mal.
Lo de llamar «producto final» a los trabajos que hacen los alumnos es una perversión repugnante. La elección de las palabras no es casual, y en este caso es toda una declaración de intenciones sobre el concepto que tienen de la educación y el futuro que prevén para los niños.
Creer que los alumnos pobres no necesitan aprender de forma rigurosa para preparar un futuro académico posobligatorio y que en su lugar hay que proponer métodos de aprendizaje acolchados para evitarles el esfuerzo y la incertidumbre ante retos exigentes también es exclusión.
Un maestro tiene que querer enseñar, un carpintero tiene que querer hacer muebles, un bombero tiene que querer apagar fuegos y un pedagogo tiene que querer insultar al profesorado a la mínima ocasión.
"Un mestre ha de voler ensenyar i no només buscar una cadira per a tota la vida i poca feina"
Els pedagogs Pilar Benejam i Xavier Besalú debaten sobre les dificultats de l'educació, en una conversa moderada per
@aragayi
El enfoque lúdico-festivo de la educación, el rechazo al trabajo introspectivo y a la intimidad del proceso de aprendizaje, la búsqueda ansiosa de la catarsis emocional del alumnado... esconden un profundo desprecio hacia las personas introvertidas, sean estudiantes o docentes.
Si estamos de acuerdo en que debe haber formas para evitar que los profesores pongamos a los alumnos notas injustas o basadas en criterios arbitrarios, deberíamos estarlo en que la calificación de un trabajador no puede depender del criterio de una persona menor de edad.
La comunidad educativa quiere que los alumnos de la ESO, de los 12 a los 16 años, evalúen a sus profesores. Y así lo va a pedir al Gobierno. "Es una revolución"
Cuando algunos alumnos se portan fatal en una actividad extraescolar fuera del centro, superlúdica, al aire libre, dinámica, participativa, abierta, conectada con sus intereses... también es porque sus ineptos y malvados profesores no hemos sabido motivarlos.
Siempre voy a preguntarme por qué las personas que se supone que más saben sobre cómo enseñar a los niños, están por el mundo dando charlas o en la universidad enseñando a adultos en lugar de estar enseñando a niños.
Nos preguntamos mucho qué le está pasando académica y psicológicamente a esta generación de estudiantes, pero quizás la pregunta correcta sería qué le ha pasado socioeconómicamente a la de sus padres.
Si no podemos darles medicamentos porque no somos médicos ¿por qué vamos a poder trastear con sus emociones sin ser psicólogos? ¿Por qué para eso no se cuestiona nuestra autoridad pero para enseñar lo que sabemos sí?
No es una conversación real, pero ese tipo de justificación sí que está extendida incluso entre compañeros docentes. También en la sociedad se está imponiendo un utilitarismo asqueroso que pone en duda el valor del conocimiento si este no lleva al beneficio material.
Un sistema educativo al que le estorban los docentes cultos y los alumnos brillantes de clase trabajadora tenderá a conservar a los alumnos violentos, irrespetuosos y disruptivos como un tesoro, puesto que son una pieza fundamental en la construcción de una escuela que no enseñe.
Imagina ser maestro y no fomentar que tus alumnos aprendan en silencio y de forma autónoma. Imagina creer que su formación no debe ser personal e introspectiva; sino caótica, ruidosa y utilitarista. Dicen que quieren ponerlos en el centro, y la verdad es que los quieren disolver.
Los profesores interinos tienen el mismo derecho que los fijos a opinar sobre cuestiones de su profesión. También tienen derecho a hacerlo sin que se les recuerde que son interinos, y aún más sin que se insinúe que son interinos por no haberse esforzado lo suficiente.
He escuchado a profes interinos y que, por tanto, no superaron las pruebas de la fase de oposición docente decir que el número de la nota es muy importante porque se ve cuánto se ha esforzado el alumno. Lo de la meritocracia vale para el alumnado y para el profesorado, eh.
—¿Qué haces, papá?
—Estoy haciendo fuego como me enseñó mi padre.
—Qué chulo, ¿me enseñas?
—No hace falta, en el futuro habrá mecheros y lo importante es que seas feliz.
Uno de mis géneros favoritos de Twitter es el de los pedagogos de universidad y psicólogos hablando de lo tontos que somos los profesores de secundaria y lo poco que sabemos de educación mientras usan emoticonos como 😏, 🙄 y 🤦.
No es coherente decir que hay que educar a los alumnos en competencias porque tienen que estar preparados para la vida y al mismo tiempo negar la utilidad de exámenes y deberes; porque la vida, en buena parte, es justo eso: una sucesión sin tregua de pruebas y obligaciones.
La gran mayoría de la gente que dice que odia leer porque la obligaron a leer un «libro aburrido» en el instituto no pasó de la página veinticinco y seguramente tampoco leía nada o casi nada antes de ese libro.
He llegado a la conclusión de que si los docentes no acabamos de entender lo que muchos pedagogos intentan transmitirnos es porque saben mucho de pedagogía pero no lo saben explicar bien.
Queréis buenos profesores y lleváis décadas organizando cursillos para meterles en la cabeza inteligencias múltiples, hemisferios cerebrales, estilos de aprendizaje, conos de Dale y coaching emocional.
Todo no puede ser, oye.
Bueno, compis, voy a corregir exámenes un rato. Tengo un boli rojo, así que ya podéis ir avisando a UNICEF, al Defensor del Pueblo, al Justicia de Aragón y a Pippi Langstrump.
Un profe no puede hacer alarde de lo que sabe porque está fatal que sea el «protagonista». Tiene que callarse y dejar que los alumnos descubran todo por sí mismos. Otra cosa es que a ese profe le guste dibujar, cantar, organizar juegos, bailar... Entonces sí que vale presumir.
Aceptemos CERO lecciones sobre educación de quien desprecie el conocimiento. Si ese desprecio, además, viene adornado de superioridad moral y una supuesta preocupación por los niños, debemos también señalar su hipocresía por querer condenarlos a una existencia hueca y utilitaria.
Queréis mejorar la formación en matemáticas de los docentes pero no vais a subir los sueldos y mejorar otras condiciones para que los matemáticos quieran ser docentes.
No me explico cómo ha podido ser posible el tremendo salto tecnológico que estamos viviendo si los que han diseñado dispositivos y aplicaciones se educaron en ese rancio sistema de hace varias décadas que mataba la creatividad y no tenía en cuenta las profesiones del futuro.
Entonces quedamos en que a la escuela se viene a jugar, a ir a tu bola y a ser feliz porque tenemos que preparar a los niños para la vida real y las profesiones del futuro ¿no?
Que chatGPT pueda hacer trabajos no significa que hacer trabajos sea inútil o no sirva para aprender. Los profesores pedimos trabajos porque queremos que los alumnos aprendan, no porque queramos o necesitemos el producto. Somos parte del sistema educativo, no del productivo.
Un profe que se traga todas las modas y saraos educativos por miedo a parecer anticuado no está en condiciones de contribuir al desarrollo del pensamiento crítico de sus alumnos. Es como poner a Homer Simpson a dar un curso sobre cómo evitar caer en las trampas de la publicidad.
Nos piden vocación al mismo tiempo que nos privan de recursos y añaden a nuestro oficio todo tipo de tareas y obligaciones burocráticas que nada tienen que ver con lo que podría despertarla o conservarla. Nos exigen compromiso mientras siembran la impotencia y el desánimo.
El fracaso escolar se ve venir, en la mayoría de casos, durante los primeros años de escolarización. Alargar hasta los dieciocho años la educación obligatoria no servirá de mucho si en las primeras etapas no se ponen muchos más medios para compensar las desventajas de partida.
El sistema educativo debe formar individuos íntegros, no piezas de un engranaje. Las personas trabajan bien en grupo cuando son competentes por sí mismas. La función del que trabaja en grupo sin saber trabajar solo no es más que entrenar la resistencia emocional de los demás.
La gentrificación de la docencia provoca que gente con la vida resuelta desde que nació se dedique, para satisfacer su ego y mostrar su infinita superioridad moral, a hacer experimentos pedagógicos con niños que sin una formación académica sólida jamás podrán salir del pozo.
El academicismo es clasista, la cultura es burguesa y los niños pobres tienen que aprender cosas de su entorno y útiles para su vida; pero qué alegría poder ser profesor de universidad, tener carguitos, escribir mis papers y que lo sepa todo el mundo.
Lo que debemos poner en el centro de la educación es el conocimiento, porque así es como estará al alcance de todos los alumnos. Lo del alumno en el centro suena precioso, pero es como si un museo cambiase sus obras por espejos para poner al visitante en el centro del arte.
Hay que abrir el melón de los papimamis que tienen los santos huevarios de parar el coche encima de los pasos de peatones pegados al cole para que bajen esos niños a los que los profes tenemos que enseñar después educación vial, civismo, responsabilidad, empatía...
Si en los conservatorios de música se enseña a la juventud a tocar instrumentos de música de verdad en vez del Guitar Hero no sé por qué los profesores de instituto tenemos que conformarnos con dar la versión de juguete de nuestras materias.
Memorizar sin comprender no tiene sentido, pero memorizar previamente es una herramienta y una práctica imprescindible para la creatividad y el desarrollo de muchas «competencias». Que le pregunten a una actriz de teatro cómo va a bordar un papel sin antes aprenderlo de memoria.
Veo a algunos docentes que presumen de practicar "la educación centrada en el alumno" y cuelgan fotos y vídeos de absolutamente todo lo que hacen en la escuela tremendamente centrados en su promoción personal y profesional.
¿Y qué es eso de montarte en el coche de la autoescuela con una persona experta en conducción que te dice lo que hay que hacer de forma autoritaria como si fuera la única fuente de conocimiento? ¿Por qué no dejar que el alumno agarre el coche solo y aprenda por descubrimiento?
🔪🍈
¿Por qué no aprendo una mierda con los cursos de formación que usan metodologías activas para mantener mi interés y estimular mi participación? ¿Será porque no puedo dejar de pensar «menuda pamema»? ¿Podría pasarle lo mismo a un alumno de ESO o Bachillerato?
Cuando alguien dice que odia leer porque en el instituto le obligaron a leer libros que no le gustaban no está dando una razón, está poniendo una excusa.
No dejas a tu hijo pilotar un 747, no le dejas conducir tu coche, no le dejas ir a trabajar por ti, no le dejas elegir su dieta, no le dejas ir solo al médico, no le dejas poner las normas de tu casa... pero estás pidiendo a los docentes que le dejen dirigir su propia educación.
¿Por qué no poner a cinco alumnos en el coche y que entre todos se ayuden con lo que significan las señales y se avisen por si pasa algo? Después de unas cuantas sesiones, los supervivientes sabrían conducir perfectamente y solo tendrían que hacer un informe de autoevaluación.
Todos los que piensan que los niños con menos recursos tienen que dedicar su formación directamente al mercado laboral no son diferentes de los señoritos de «Los santos inocentes» cuando obligan a la hija de la Régula a servir en lugar de dejarla ir a estudiar a la capital.
Con deberes o sin ellos, los niños de familias con más medios tendrán más oportunidades para aprender que los demás. Determinismo, clasismo y crear desigualdad es rebajar la exigencia académica porque crees que todas las familias pobres son incultas o no se ocupan de sus hijos.
Es muy triste que uno de tus objetivos como pedagogo, profesor o maestro, sea poder obligar a tus compañeros a trabajar como a ti te parece que hay que trabajar.
El dilema entre comprender la multiplicación o aprender las tablas es falso porque se pueden hacer las dos cosas perfectamente. Los que piden no aprender las tablas se las saben desde pequeños y parece que su único objetivo sea pasear su autopercibida superioridad intelectual.
Demonizas a un tipo de profesores por su manera de entender la educación. Los asocias —negando cualquier debate pedagógico— con el nazismo, el bullying, el fascismo, el acoso... y así difundes la impresión de que son personas indeseables que deberían ser condenadas al ostracismo.
Hemos oído mil veces eso de que «no es lo mismo saber que saber explicar» para cuestionar la capacidad de los docentes; en cambio, cuando se trata de defender el aprendizaje colaborativo, resulta que todos los alumnos que saben más que sus compañeros son excelentes explicadores.
Todo es «no prohibir, sino educar en el uso», «que los niños sean felices en el cole» y «centrarse en los intereses de los alumnos», excepto cuando quieren jugar al fútbol en el patio porque es el momento del día que más disfrutan: en ese caso se prohíbe la pelota y que se jodan.
Cada día estoy más indignado por la bajeza moral de quienes culpan a los propios docentes de estas situaciones, y aún me indigno más cuando lo hace gente que se las da de progresista pero por su interés personal es incapaz de empatizar con el sufrimiento de miles de trabajadores.
Qué se hace cuando sientes que no puedes más? Que no te haces con ese grupo, que sales llorando de esa clase, que pensar en volver a entrar te hunde el día? Qué se hace?
Si nos gastamos cientos de euros en el móvil, tablet, videoconsola, reloj inteligente, zapatillas o cuota del fútbol del niño al mismo tiempo que nos quejamos de lo caros que son los libros y el material de estudio... ¿qué mensaje estamos dando al niño?
Cuando decidí dedicarme a la docencia, y cuando empecé a poder hacerlo, tenía muy claro que era para ponerme al servicio de mis alumnos y contribuir a su desarrollo personal y académico. Ahora veo con una preocupación creciente que quieren ponerme al servicio de las empresas.
No es tanto cuestión de educar con emociones, sino de de encontrar el placer que produce el aprendizaje. Esa búsqueda no es fácil, es ingrata y a menudo estéril, pero es al mismo tiempo la esencia de nuestra profesión y lo más honesto que podemos hacer por nuestros jóvenes.
La diferencia entre los que dicen que para salvar la educación del neoliberalismo hay que estar a favor de los proyectos y de rebajar contenidos, y los que estamos en contra y somos acusados de rancios, es que los primeros tienen de su lado a los bancos y las multinacionales.
Si hay algún accidente o algún herido, mucho mejor, porque la emoción del momento reforzará el aprendizaje y afianzará esa experiencia para siempre en su memoria.
¿Por qué los que insisten tanto en que no hay que obligar a los alumnos a leer cierto tipo de libros que no les gustan —no vaya a ser que acaben odiando la lectura—, suelen ser los mismos que insisten en que tienen que hacer más trabajos en grupo sin importarles que ya los odian?
Todas estas acertadas medidas harían de nosotros conductores de verdad, y no meros receptores pasivos de formas mecánicas de conducción que no profundizan en el sentido y el conocimiento real de lo que es conducir.
Que quede claro:
—Evaluar contenidos evalúa estudiantes.
—Evaluar competencias evalúa currantes.
Si estudiantes y currantes son igualmente respetables y de la educación solo esperas que entrene a los jóvenes para el futuro laboral, estás faltando al respeto a los estudiantes.
Están confundiendo deliberadamente «formación docente» con «propaganda». Los cursillos se parecen cada vez más a demostraciones comerciales para vender aspiradoras.
La formación del profesorado durante los últimos veinte años es como el remedio médico de la sangría: se recomienda para solucionar todos los problemas, no está resolviendo nada, y cuando se ve que todo va peor, se vuelve a recomendar. A ver cuándo viene la ciencia a salvarnos.
Opinión impopular:
Se dice que las preguntas que acompañan los contenidos de un libro de texto son inútiles porque solo buscan que el alumno copie la información.
No tenemos en cuenta que, para muchos niños, eso que parece tan obvio es un auténtico reto de comprensión lectora.
Al paso que vamos, acabaremos recomendando la lectura de «Fray Perico y su borrico» a alumnos de la edad que tenía Mary Shelley cuando escribió «Frankenstein».
1. «Nadie cuestiona ni pone en duda su profesionalidad».
2. Dedica la siguiente página y media a literalmente DESTROZARLO como profesional y como persona.
3. Cierra con comentario condescendiente recordando que es un gran compañero y profesional.
Gente con carrera, doctorados, másteres, trabajos cualificados y bien remunerados que consiguieron sin necesidad de «subirse al ascensor social» está cuestionando que la escuela pueda servir a los niños para ascender socialmente porque eso sería aceptar las diferencias de clases.
El sistema educativo se está convirtiendo en la feria donde empresas de todo tipo colocan sus productos para lucrarse a costa de un mercado cautivo. Docentes y familias somos la última barrera que puede impedirlo y por eso harán todo lo posible para enfrentarnos y machacarnos.
@SofiaBalmont
@DGTes
¿Para qué aprender a conducir si en veinte años todos los coches se conducirán solos? Hay que educar para las carreteras del futuro.
Sobre la degradación de la educación y de las aspiraciones académicas y culturales de muchos estudiantes, me saltaron todas las alarmas cuando un compañero de facultad me reprochó que los empollones perjudicábamos al resto porque subíamos el umbral de aprobado de los exámenes.
"Els problemes de conducta dels estudiants han arribat a nivells sense precedents, la qual cosa dificulta enormement la nostra capacitat per impartir classes de manera efectiva"
Professors i autoritat: un canvi social?
El liderazgo pedagógico que propone el paradigma educativo neoliberal consiste en dar toda la autonomía y autoridad posible a los directores en sus funciones y centros para que estos puedan quitar toda la autonomía y autoridad posible a los docentes en su trabajo y en las aulas.
Siento que esto puede decepcionar a mucha gente, pero no hay en el mundo tantas personas extraordinarias como para que todos los docentes sean extraordinarios, y en el caso de que las hubiera, no todas estarían dispuestas a ejercer la docencia en las condiciones actuales.
Hay gente que lleva puesta la toga de abogado defensor de la inclusión al mismo tiempo que la capucha del verdugo de los niños que disfrutan del estudio y la preparación académica.
Me pregunto si los pontífices del pedagogismo que recomiendan conectar lo que se hace en la escuela con el entorno del alumno no se han enterado —o no se quieren enterar— de que para muchos niños la escuela es un lugar en el que, por unas pocas horas, están a salvo de su entorno.
Llevo varios cursos haciendo repaso de números romanos, unidades/decenas/centenas, y números positivos-negativos antes de empezar Historia. En Geografía tengo que enseñar la regla de tres para trabajar con escalas. Bueno, tengo que enseñar incluso a poner la regla en su sitio.
Y sí, digo bien prácticas remuneradas, porque el interés por que haya buenos docentes es un interés público y social, pero hacer pagar a los futuros docentes para poder ejercer solo beneficia al interés privado de las facultades que imparten los másteres.
Decir que hay que prohibir los deberes porque los niños pobres no pueden hacerlos es como decir que hay que prohibir la comida porque los niños pobres pasan hambre.