«Civil War» es una película compleja y aterradora, trágica y certera. Y me ha obligado a hacerme unas cuantas preguntas que he tratado de ordenar en este texto.
Por aquí:
«Ran» es imperial. Inmortal. La belleza llevada a la cúspide. La épica más atrevida y violenta. El color más virtuoso, la fuerza del cine resumida en menos de tres horas.
Algún día hablaremos de cómo la «Showgirls» de Verhoeven no solo no es una mala película sino que tiene la capacidad de encapsular dentro de sí una sátira desquiciada e irreverente que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Una marcianada insuperable.
Cuando pienso en la «verdad» en el cine, lo primero que me viene a la mente es Adèle Exarchopoulos en «La vida de Adèle».
Cómo se mueve, cómo mira, cómo baila, cómo come, cómo se coloca la ropa. Cómo nos hace temblar y nos reduce a cenizas. El filme es oro. Ella es platino.
Cuando un personaje está escrito con maestría, e interpretado (vivido) sin imposturas, todo lo circunstancial desaparece. Deja de importar la trama, el relato en sí mismo, porque se asiste a la única verdad que se puede dar por buena: la suya. No tantas veces se consigue.
«The Florida Project», de Sean Baker. Absolutamente incontestable. Una obra bellísima de uno de los cineastas clave del siglo XXI. El retrato de los apartados y los inadaptados, de la infancia en clave de extrarradio, de la fractura de aquellos que sobreviven en los márgenes.
Harry Dean Stanton fue uno de esos actores que poco necesitaban para vivir en otros mundos. Y «Lucky» una pequeña película extraordinaria, un testamento que habla de las grandes cuestiones con honestidad. Y sí, ese es Lynch.
Esto no es una crítica de «Los asesinos de la luna». Más bien una serie de comentarios sobre una película excesiva y difícil de mesurar en su totalidad como es la última de Scorsese.
1. El filme le pertenece a los actores, tanto para bien como para mal. (1/9) ⇩
Yorgos Lanthimos está de vuelta con «Pobres criaturas». Un filme que merece como mínimo ser pensado con calma y sin demasiado fervor.
Vamos con un hilo.
Pocos cineastas manejan la incomodidad y la agresividad como Cronenberg. La tensión, la ambigüedad, el pasado y lo que significa. «Una historia de violencia» es una pieza precisa, de intensa búsqueda psicológica y social. Viggo Mortensen y Maria Bello impresionan.
Un plano secuencia no es un valor seguro. Puede estar mal integrado, cargarse la narrativa, no tener ritmo, descuidar la composición un millón de veces, ser anticlimático. Muchas veces es más mercadotecnia que otra cosa. Un recurso para llenar titulares.
Lo de Lars von Trier en «Dogville» es radical, drástico. Tan terrible y cruel como asombroso. Un filme tan inclinado al estudio sociológico como a la depuración formal que trae a una Nicole Kidman formidable.
«Incendies» es un filme magnífico. La cima de Villeneuve, quizá al nivel o muy cerca de las también estupendas «Enemy» y «Prisoners». Aquí había una mirada trágica y afinada, un sentido poético, una serenidad dolorosa. No era redonda, pero llegaba alto.
No se la suele tener en gran estima, pero la «Inherent Vice» de Paul Thomas Anderson es imponente.
La adaptación que parecía imposible de la obra de Pynchon. Phoenix, el mejor Doc Sportello posible. Waterston, formidable y enigmática. Puro ácido lisérgico californiano.
«Rebeldes del dios Neón». Extraordinaria, una obra inmortal, bella como pocas, que situó en el mapa a Tsai Ming-liang y a Lee Kang-sheng (en una relación que llega hasta hoy) y exploraba el desencanto juvenil en la jungla de asfalto y neones. Y el leitmotiv musical, inolvidable.
La «Fuga de Alcatraz» de Don Siegel tenía nervio, una vitalidad enorme, un sentido de la aventura y del drama notable. Hemos visto muchas grandes escapadas en la gran pantalla, pero quizá esta sea de las más memorables.
En cine, la manera en que algo está contado es mucho más importante que el hecho narrado en sí mismo. Según Georges Polti, solo habría treinta y seis situaciones dramáticas posibles: las historias se repiten una y otra vez. Su forma es lo que marca la diferencia.
Neil Jordan es un cineasta muy interesante. Con «Byzantium», y años después de su notable «Entrevista con el vampiro», vuelve sobre las criaturas malditas en un filme oscuro, bello, casi de otra época. Trágico y de sombría poética, tiene más en su interior de lo aparente.
«La casa de las dagas voladoras» es una lección de poesía en movimiento, un despliegue del (enorme) genio de Zhang Yimou, un recordatorio constante de que el cine, cuando es así de lírico y radical, llega a lugares muy altos.
«Mandy», de Panos Cosmatos. Poesía lisérgica, una obra inclasificable que sobrevive envuelta en sangre e imágenes de pesadilla. Un laberinto formal enfermizo y alucinado que resuena con lo pulp y el humor oscuro. La banda sonora de Jóhann Jóhannsson es excepcional
Park Chan-wook en una de sus cimas. De un erotismo ígneo, en «The Handmaiden» todo parece encajar como un gran engranaje pulido. La forma y la abrasadora estética del coreano se conjuga con un trabajo de Kim Min-hee formidable. Extraordinaria.
Es «Take Shelter» un filme reivindicable, de peligrosa vigencia. Jeff Nichols se enfrentaba al colapso y la destrucción en una propuesta perturbadora, aterradora, profundamente psicológica. Michael Shannon y Jessica Chastain brillan a máximo nivel.
El cine no «es» entretenimiento. Tampoco «es» un bien cultural de valor automático. El cine «es» lo que los autores hagan con él, ni más ni menos.
Su valía no viene marcada por lo que puede ser, sino por lo que acaba siendo. Dónde está esa valía ya sería otro tema.
Hablo de música, de literatura, de cine. De poesía. De fotografía, de arte. De lo que me parece importante en la vida.
Pero en este clima infectado de soberbia y egoísmo, de pendencieros, matones e hijos de puta, ya no parece que importe nada.
La coma del vocativo supone un instante precioso. Que implica la calma necesaria para pronunciarnos. Esa bella pausa que genera consideración y esmero.
¿No es así, compañeros?
Algún día Kiyoshi Kurosawa obtendrá el lugar que merece en la habitación reservada a los grandes. O no, pero aquí estaremos para recordarlo una y otra vez.
«La doble vida de Verónica», de Krzysztof Kieślowski. Normalmente recordado por su trilogía de los colores o su imponente decálogo, aquí el polaco daba con la poesía más pura, más audaz. Casi inimaginable, misteriosa, tan penetrante que crea nuevos mundos en los que sumergirse.
Criticar una obra no es criticar al que la disfruta. Sacar lo negativo o lo positivo no pretende apelar a la individualidad de aquel que la aprecia o la detesta. La mayoría de los que dedicamos tiempo a estudiar y analizar arte lo último que queremos es insultar a nadie.
Un Cronenberg en su salsa. Siendo ambiguo, sórdido, oscuro, tóxico, insoportable por momentos. Con tanto esplendor en la fealdad como deformidad en la belleza. Y, probablemente, con el mejor trabajo de Jeremy Irons.
Ahora que ha pasado un tiempo prudencial, podemos hablar de «Titane» con más calma. Había exceso en ella, y quizá más ganas de transgredir de las que podía defender, pero no le podemos negar la fuerza y una audacia notable. Es una mirada, la de Ducournau, incandescente y firme.
Nunca el desierto fue tan hostil y, a su manera, bello, como en la imponente «Mad Max: Fury Road». Con cada visionado adquiere nuevas dimensiones, de drama absoluto, de perfección formal, de aventura trágica. No sobra ni falta nada en un filme al que volver es una obligación.
Creo que el gran cine, el incontestable, cae por propio peso. Debatirlo es opcional y deseable, pero sentarse a su alrededor como en una hoguera a medianoche una necesidad.
Prácticamente inalcanzable. Si la poesía se puede llevar a imágenes, si lo sórdido y oscuro de la existencia tiene un reverso visual y sonoro, está aquí.
«Millennium Mambo» es un filme extraño. Fascinante. Hou Hsiao-Hsien habla de muchas cosas: de amor, de desengaño, de desafección, de dolor generacional, de inestabilidad. La belleza que destila y la melancolía de sus imágenes, la mirada despierta de Shu Qi. Un cúmulo de poesía.
Las opiniones hay que formarlas, trabajarlas, dedicarles tiempo. No surgen de la nada. Necesitan reflexión.
No pasa nada si no tenemos una valoración de todo lo que nos rodea.
Paul Verhoeven es un cineasta enérgico. Un autor siempre interesante y audaz. Y «Elle», con una Isabelle Huppert sensacional, es una de esas muestras de genio y carácter suyas. Incómoda, perversa, perturbadora, provocadora. Apartar la mirada es un desafío.
«Suspiria» no es solo el derroche estético de un mago de la imagen como Argento, sino una salvaje demostración de forma, un exceso absoluto de estilo sin escrúpulos. Pura atmósfera. Incluso vista hoy regala los sentidos como pocas.
No creo ser el único que, a veces, se agota del cine y necesita volver sobre sus pasos y empaparse de aquellos filmes-santuario que nunca fallan. Para recordar por qué estaba aquí.
Estamos contaminados por cantidades insoportables de agresividad. Parece que siempre preferimos dar una réplica hostil, mirar al prójimo como si nos debiera dinero, salir a la calle perdonando vidas.
Así solo retrocedemos.
Una vez viví una anécdota extraña. Pregunté en una librería si tenían algún libro de Adorno, y me respondieron que solo los tenían de verdad. Tardé unos segundos en entender qué había pasado.
Hoy una influencer de Instagram preguntaba si sabíamos dónde podía comprar “libros decorativos”. Libros. Decorativos. Libros que sirven para decorar. Pues eso. Me bajo del mundo.
David Lynch indaga de tal manera en la fractura de la mente en «Lost Highway» que parece exceder incluso a la propia poesía, al propio acto de enfrentarnos al cine. La bajada al infierno es tan vertical, tan hipnotizante, tan incalificable que solo queda caer presa de su fuego.
«O que arde» es probablemente una de las propuestas más líricas y bellas que podamos encontrar en el cine reciente. Y no tan reciente, en realidad. Oliver Laxe orquesta una imponente poesía de verdor y cenizas imposible de olvidar. Una obra colosal.
Si sabes algo, y otra persona no, enséñaselo. Si te lo pide, claro. Utilizar el conocimiento para hacer de menos al otro o para infligir daño es clasista y condescendiente. Habría que eliminar del vocabulario con efecto inmediato las expresiones tipo: ¿pero cómo no sabes esto?
Lee Chang-Dong es un poeta. Y con «Burning» lo demuestra en cada plano. Oscuridad, desencanto, misterio, enigma y extrañeza. Un laberinto en el que lo que no se ve y lo que apenas se intuye se difumina entre la bruma. Lo de Jeon Jong-seo no es de este mundo.
Exigir entretenimiento al cine o la literatura es desconsiderado. Claro que pueden entretener, signifique lo que signifique eso, pero jamás como condición primera y excluyente. No son juguetes.
Los hallazgos formales de Charles Laughton (que donde puso el ojo puso la bala) en «La noche del cazador» siguen retumbando hoy en día. La pesadilla fílmica por antonomasia, un Robert Mitchum atemorizante, la sombra y la atmósfera sublimadas. Una belleza densa e inquietante.
La mirada lo es todo. En muchos sentidos. La de Liv Ullmann en «Persona» puede que sea una de las más desarmantes y bellas que se hayan rodado. Y la sensibilidad de Bergman, algo inalcanzable.
Paul Thomas Anderson es uno de los grandes. Un genio creador de envergadura colosal. Un explorador de la mente fracturada que construye unos mundos, unos personajes, unas tragedias, que hacen temblar los cimientos de lo que nos rodea. Un verdadero artista.
Vamos allá. Como estamos cerca de Halloween, qué menos que hacer una de esas obligadas listas. Cualquiera de estos diez filmes será una gran apuesta para degustar buen cine y buen terror. ⇩
Wim Wenders, Harry Dean Stanton y Nastassja Kinski. Ese podría ser el tuit.
Pero este filme es tan inmenso y humano, tan trágico, tan sutil y melancólico, que es eso y mucho más. Es un viaje por la memoria, un camino por lo que fue y lo que pudo ser. Un recuerdo, un olvido.
Revisando la saga de «Mad Max» al completo uno revive su grandeza. Una que no siempre ha sido reconocida. Podemos ver la visión salvaje y terrible de George Miller. Descubrir que pocos filmes nos hicieron tragar polvo y arena como estos.
Me llena un terror indecible cada vez que leo que los jóvenes son esto y aquello. Qué problema más grande de memoria tienen algunos, que ya no recuerdan las incertidumbres de la adolescencia ni el horrible frío que, tantas veces, la acompaña.
Pues «Licorice Pizza» es maravillosa, fina, agridulce, fantasiosa. Incluso melancólica, fundacional, romántica. Lo de descolgar el teléfono en silencio, lo de cruzarse con una moto enfurecida, lo de correr y correr y correr. Un regalo.
Brian De Palma tiene un buen puñado de grandes filmes. «Carlito's Way» es uno de ellos. Con unos Pacino y Penn fantásticos y una gran puesta en escena, es uno de esos thrillers poderosos, sórdidos y atractivos a los que siempre se debe volver.
@mariann_nav
@lysduval
De hecho, la lógica no se puede invertir en este caso, ya que sí, todas las mujeres trans son mujeres, pero no, no todas las mujeres son mujeres trans. Te adjunto enunciado del condicional lógico que lo operacionaliza.
Bong Joon-ho dirigió varios grandes filmes, pero probablemente su cumbre más alta hasta la fecha sea esta. Atmósfera malsana y un Song Kang-ho magnífico en un thriller memorable.
Vivimos en una eterna pugna por tener algo que decir. Por buscar una voz que a veces nos es esquiva.
Callar no es un error. No es una derrota. No nos devalúa.
Con Garland de vuelta, os insto: ved «Devs». Y luego (o antes o durante), si os late, podéis pasarle una lectura a este texto que le dediqué hace lo que parece una eternidad:
La literatura asiática suele estar escondida, fuera del radar. Como Kim Young-ha y su terrible y desesperanzado «Tengo derecho a destruirme». Pura oscuridad, sordidez, sexo y Thanatos. La muerte y la angustia vistas desde un lugar terrible y solitario. Proceder con precaución.
Decía Oscar Wilde que «desde el punto de vista del sentimiento, el oficio del actor es el modelo». Son artistas clave en la composición de una ficción, no son simples intermediarios. Sus creaciones y su verdad dan sentido y vida a realidades hasta ese momento intangibles.
En «The Assassin» hay un triunfo absoluto de la forma. Hou Hsiao-Hsien es un poeta exquisito que dibuja con la imagen la figuración más sugerente. Shu Qi y su presencia arrolladora hacen el resto. Nunca unas cortinas destilaron tanto lirismo.
alto (todas y cada una de las escenas en las que interviene Lily Gladstone). No es el mejor Scorsese, no es el peor Scorsese. Pero, y esto es indudable, es un Scorsese, y enfrentarse a él es una obligación para con el arte y la cultura. (9/9)
Ante la gran duda del contacto, de la comprensión del «otro», de la verdad detrás de lo que vemos, Lem organiza en «Solaris» un tratado decidido y casi suicida. De lectura densa, pero cuestiones colosales.
«No sabemos qué hacer con otros mundos. Con uno, ya nos atragantamos».
«Los ojos sin rostro» es un filme extraño. Aun visto hoy, y pese a sus licencias, posee una singularidad insólita. Cierto sentido del misterio, de la degeneración humana, incluso del choque de la fuerza luz-sombra que lo vuelven hipnotizante. Pocas miradas como la de Edith Scob.
Sigo convencido de que «The Leftovers» es una de las ficciones televisivas más poderosas, audaces y poéticas del siglo XXI.
Su fuerza sugestiva, sus personajes tan humanos, su inmenso drama. La construcción de cada uno de los episodios y cómo se relacionan. Un deleite absoluto.
A día de hoy, «21 gramos» sigue siendo el punto más alto en la carrera de Iñárritu. Con unos Watts, Penn y Del Toro extraordinarios, la mirada humana y poética del cineasta estaba en su apogeo.
Interactuamos con otros por encima de nuestras posibilidades. Quedarse a solas en la habitación, sin hacer nada, solamente estando allí, a veces es la solución.
Violencia pura. En «Perros de paja» hay una furia agresiva desbocada. Tan física, tan psicológica y ambiental que desquicia, que hace que los habituales desmembramientos de otros filmes parezcan infantiles. Nadie rodó lo que significa y lo que roba la violencia como Peckinpah.
«Danza macabra», de Stephen King.
Un ensayo extraordinario de una de las voces clave de la literatura moderna. Entre lo autobiográfico, lo crítico, lo popular y lo divulgativo. Una obra con la que acceder no solo a sus inquietudes, sino a la mente de lector detrás del escritor.
A veces pienso que me gusta más hablar de cine que ver cine. Luego llega alguna película y me recuerda que la sala oscura es un hábitat mágico. Pero cómo me cuesta encontrarlas.
Mirar a los ojos a un animal es mirar a la más elevada versión de la verdad. Es mirar la transparencia, la honestidad, la naturalidad, la sinceridad. Todo lo que, tantas veces, se nos escapa.
Hace setenta años, se estrenaba en Japón «Cuentos de Tokio», dirigida por Yasujirō Ozu. No me escucharéis hablar en estos términos a menudo, pero estamos ante una obra absolutamente sublime que forma parte, sin exagerar, de los cinco mejores filmes de la historia.
El paso del tiempo hace evolucionar el juicio. A veces lo sentimos como un cambio de opinión, pero en realidad es la asimilación de un conocimiento y bagaje que no teníamos.
Lo malo sería mantenernos firmes en determinadas sentencias solo por la reticencia al cambio.
«Better Days» es una de esas películas extraordinarias que pasaron muy por debajo del radar en su día. El hongkonés Derek Tsang se mete de lleno en la problemática del acoso escolar desde una mirada inmisericorde. En el papel principal, Zhou Dongyu impone. Está en Filmin.
Hay en la «Spring Breakers» de Harmony Korine bastante más de lo que aparenta. Hay una idea, un estilo, un desenfreno controlado y trágico, un grito nihilista vestido de carne superficial. No es perfecta, pero tiene mucho de lo que tirar.
No creo que señalar los defectos o debilidades de una obra o de un artista sea polemizar.
Entender la crítica negativa como algo controvertido devalúa la conversación y rebaja el estándar de exigencia.
«Zero Dark Thirty» tenía momentos portentosos. Kathryn Bigelow es una cineasta formidable que sabe cómo mirar, cuándo cortar y qué mostrar. Y además cuenta con una Jessica Chastain excepcional.
Si «Ghost in the Shell» destaca por algo es por su exploración de la idea del alma humana. Por las preguntas qué se hace acerca de nuestra esencia. Dentro de una película con un lenguaje tan áspero, Kusanagi quizá sea uno de los iconos más inesperados y fríos que podamos conocer.
@gironi76
@The_Cranberries
Puedo suscribir tus palabras, tuve una larga temporada que tuve en bucle «Ode to My Family». Lo de Dolores dolió como un mazazo.