Este año ha sido un año dónde el terror y la impotencia se nos han agarrado a las tripas.
Hemos llorado con las imágenes del genocidio en Palestina, con los asesinatos machistas, con los desahucios y con la miseria creciente.
Viendo como nuestra clase se encuentra completamente desprotegida. Sin organización que vele por sus intereses, sumida en un repliegue que dura ya demasiado.
Sufriendo una violencia que no es, como tratan de vender, excepción en un sistema que sería mejorable: sino su norma.
Pareciera que salir de esta situación es imposible, y que poco podríamos hacer más allá de buscar salvarnos el culo individualmente, pisando a quien haya que pisar por el camino.
Por ello, no podemos sino alegrarnos por los pequeños pasos que se dan para salir de esta situación de repliegue.
Sabiendo que no son suficientes y que queda mucho por hacer para llegar a ser capaces de frenar estos ataques. Sabiendo que no hemos siquiera comenzado a caminar.
Teniéndolo presente, estamos orgullosos de que, en medio del terror, miles de jóvenes, de cada vez mas lugares (aunque pareciera hace unos pocos años imposible) hayan seguido organizándose de manera independiente. Con disciplina, paciencia y esfuerzo.
Jóvenes que van organizándose aprendiendo de manera constante de errores y aciertos (de los propios y de los de quienes las precedieron). Dando lo mejor de sí para aportar al conjunto, y dejando de lado toda búsqueda de beneficio individual.