En 2017 para muchos, el Fyre Festival de las Bahamas iba a ser el gran evento musical de los últimos tiempos, aunque en este caso lo bonito salió caro.
Lo vendieron como el mayor festival de la historia, en el que supermodelos, famosos, millonarios y artistas como, Mayor Lazer o Blink 182, permanecerían durante dos semanas en una antigua isla privada del narcotraficante Pablo Escobar.
Para entender mejor la historia comenzaremos por la app “Fyre”, la cuál fue un proyecto de app para fichar artistas para fiestas y eventos. Esta app iba a ser creada por el rapero, Ja Rule y el gran emprendedor, Bill McFarland.
¿Pero quien es Bill McFarland? Antes del festival, fue conocido por ser el creador de Magnises, una tarjeta de crédito hiperexclusiva que había caído rápidamente en el descrédito.
McFarland había vendido aquel invento como una llave mágica para abrir el mundo de los ricos y famosos; y el festival que lanzaría su nueva app (“Fyre”) se vendió como lo mismo, otra gran oportunidad de codearse con la élite.
Esa élite de la que hablamos, iba a pagar los abonos sin problema; en cambio, los que no pertenecían a ella, se dejaron los ahorros de una vida para ir.
En los vídeos promocionales no aparecía público anónimo disfrutando del gran sueño, sino modelos famosas como Bella Hadid, Hailey Baldwin y Alessandra Ambrosio.
A los organizadores se les pidió no airear la conexión con el narcotráfico, pero fue lo primero que hicieron en las redes sociales y tuvieron que irse a la isla de Gran Exuma, donde se hicieron con una zona medio en obras.
Los organizadores eligieron el peor momento para invadir la nueva isla: en las mismas fechas se celebraba una especie de regata y no había casas privadas para todos los 'influencers' invitados por McFarland.
Cuando el contratista Marc Weinstein, una de las personas decentes que trató de salvar el peor festival de la historia, expuso el problema, McFarland contestó: "Hay que tener una actitud positiva y buscar otro tipo de soluciones".
Algo malo debía pasar cuando en el Instagram del Fyre Festival seguían apareciendo fotos de supermodelos a pocos días antes del inicio de la fiesta, y ningún indició de como se estaban desarrollando las obras en el recinto.
Ni un escenario a medio construir, ni un puesto de comida, nada. McFarland se vio incapaz de detener su proyecto y veía como su idea de montar un festival inolvidable se iba complicando, hasta que resultó imposible.
El equipo de Bill no encontró casas privadas ni glampings para aquellas personas que habían contratado el paquete “lujoso”, solo pudieron ofrecerles tiendas de campaña, las cuales reciclaron de los campamentos de socorro del huracán Matthew.
En la gran llegada de los asistentes al festival, decidieron cambiar la estrategia. Los llevaron a las nueve de la mañana a un bar de la isla, donde se mantuvieron hasta las dos de la tarde bebiendo y sin tener respuestas de a donde tenían que ir.
Posteriormente montaron a los asistentes en un barco para dar una vuelta alrededor de las playas paradisiacas, hasta que llegó el momento de llevarles al recinto. Una vez allí se enfrentaron con la cruda realidad, una visión totalmente diferente a la que les habían vendido.
Tras varias horas, largas colas de espera y sin equipaje a la vista, el organizador del evento, Bill McFarland se subió a una mesa para contar toda la verdad del evento. Esa misma noche, hubo saqueos, robos y destruyeron el recinto entero.
Pero lo peor no fue enfrentarse a la realidad y a las consecuencias, si no que los allí presentes querían regresar a sus casas y no había manera alguna de salir de la isla. No había vuelos de vuelta.
A la mañana siguiente fueron al aeropuerto, y tras doce largas horas de espera consiguieron algunas personas montarse en un avión para salir de la pesadilla. El personal del evento y el propio McFarland, escaparon como pudieron de la isla, dejando atrás la ira de los asistentes.
Pocos días después de la desgracia, McFarlanda afrontó una demanda colectiva de 100 millones de dólares, aunque salió a la calle tras pagar una fianza millonaria.
Una vez fuera, no dejó de lado el fraude y volvió a la estafa vendiendo entradas VIP falsas en eventos muy demandados. En octubre de 2017, el empresario fue sentenciado a seis años de cárcel por fraude, engaño y por el desastre de Fyre.